Más desigualdad social en EE.UU
El salario real de los trabajadores estadounidenses viene declinando desde los años 70, afirma el autor. Por eso, agrega, se justifica que los trabajadores sostengan sistemáticamente que ganarse la vida es hoy es más difícil de lo que fue una generación atrás. Y dice que uno de los mejores ejemplos es el tratamiento del seguro de salud.
Todavía hay expertos que hablan de lo bien que anda la economía de los Estados Unidos. Pero la mayoría de los analistas finalmente se están dando cuenta de que los estadounidenses tienen buenas razones para estar disconformes con el estado de la economía: aunque el crecimiento del PBI fue muy bueno en los últimos años, los trabajadores, en su inmensa mayoría, vieron cómo sus salarios quedaban retrasados respecto de la inflación y cómo se deterioraban sus beneficios.
La desconexión entre el crecimiento general de la economía y el creciente deterioro de la situación económica de muchos trabajadores estadounidenses probablemente jugará un papel importante en noviembre, en parte por lo muy alejado de esta realidad que parece estar el presidente George Bush: cuanto más insiste en que Estados Unidos tiene una economía floreciente, más se enojan los votantes. Pero la desconexión no empezó ni terminará con Bush, a menos que haya un gran cambio de las políticas.
De hecho, el estancamiento del salario real —la remuneración ajustada por inflación— ya tiene más de 30 años. El salario real de los trabajadores sin funciones de supervisión alcanzó un pico a comienzos de los años 70, cuando concluía el boom de la posguerra. Desde entonces, los trabajadores a veces ganaron terreno, otras veces lo perdieron, pero nunca obtuvieron tanto dinero por hora como en 1973.
Mientras tanto, el retroceso de los beneficios de los trabajadores comenzó en la época de Ronald Reagan, si bien registró una mejora temporaria durante el boom de la gestión de Bill Clinton. El beneficio más crucial, la cobertura de salud conectada con el empleo, viene retrocediendo rápidamente desde el año 2000.
Los trabajadores comunes parecen entender mejor que la mayoría de los analistas políticos la desconexión de larga data entre el crecimiento económico y sus patrimonios. Veamos, por ejemplo, los resultados de una nueva encuesta del Pew Research Center a los trabajadores de Estados Unidos.
Según esta investigación, los trabajadores perciben una tendencia descendente de muchos años en lo que respecta a su situación económica. Para la mayoría, hoy es más difícil tener un pasar decente que hace 20 ó 30 años. Y son muchos los que sostienen que los beneficios laborales también sufrieron un proceso de deterioro.
El color del ingreso
¿Acaso los trabajadores ven el pasado color de rosa? El informe parece sugerir que así es: una de sus secciones, donde se muestra que los trabajadores encuestados en 1997 también dijeron que en aquel momento era más difícil vivir decentemente que antes, lleva el nombre de "Como siempre, la gente dice que todo tiempo pasado fue mejor".
Pero como hemos visto, el salario real viene declinando desde los años 70, de modo que se justifica que los trabajadores sostengan sistemáticamente que ganarse la vida es hoy es más difícil de lo que fue una generación atrás.
Por el otro lado, la preocupación de los trabajadores por el empeoramiento de sus beneficios es nueva. En 1997, una gran cantidad de trabajadores señaló que los beneficios laborales eran mejores que en los años anteriores. Y esa posición también era justificable: en 1997, la crisis del sistema de salud, que pocos años antes había sido un tema político de gran importancia, parecía haber entrado en remisión. Los costos médicos eran relativamente estables y, en un mercado laboral tenso, los empleadores competían por ofrecer mejoras en los beneficios. Los trabajadores sentían, con razón, que los beneficios eran bastante adecuados en términos históricos.
Pero hoy, la crisis del sistema está de vuelta porque los costos médicos aumentan rápidamente y porque estamos viviendo en una economía cada vez más "walmartizada", en la que incluso los grandes empleadores que embolsan enormes ganancias ofrecen beneficios exiguos. El seguro de salud como beneficio laboral comenzó a desbarrancarse con la recesión de 2001 y la caída no se detuvo pese a la recuperación económica.
El último censo de ingresos, pobreza y seguros de salud, difundido la semana pasada, revela que en 2005, tras cuatro años de expansión económica, el porcentaje de estadounidenses con cobertura privada de algún tipo cayó a su nivel más bajo desde 1987. Y los habitantes de Estados Unidos sienten, otra vez con razón, que los beneficios sufrieron un retroceso.
¿Por qué a los trabajadores les ha ido tan mal en una nación rica que se sigue enriqueciendo? La respuesta es motivo de discusión, pero pienso que encierra un fuerte componente político: lo que vemos hoy es el resultado de 25 años de políticas que socavaron sistemáticamente la capacidad de negociación de los trabajadores.
Sin embargo, considero que ahora lo importante es si, de una vez por todas, vamos a intentar hacer algo respecto a la gran desconexión. Quizás subir los salarios no sea tarea fácil, pero no lo sabremos hasta intentarlo.
En cuanto al deterioro de los beneficios, puedo decirles que todos los demás países desarrollados le proporcionan cobertura médica a su gente y gastan menos en salud que nosotros.
En otras palabras, la gran desconexión es el mejor argumento que puede esgrimir un populismo audaz e inteligente. Sólo necesitamos algunos políticos audaces e inteligentes.
Todavía hay expertos que hablan de lo bien que anda la economía de los Estados Unidos. Pero la mayoría de los analistas finalmente se están dando cuenta de que los estadounidenses tienen buenas razones para estar disconformes con el estado de la economía: aunque el crecimiento del PBI fue muy bueno en los últimos años, los trabajadores, en su inmensa mayoría, vieron cómo sus salarios quedaban retrasados respecto de la inflación y cómo se deterioraban sus beneficios.
La desconexión entre el crecimiento general de la economía y el creciente deterioro de la situación económica de muchos trabajadores estadounidenses probablemente jugará un papel importante en noviembre, en parte por lo muy alejado de esta realidad que parece estar el presidente George Bush: cuanto más insiste en que Estados Unidos tiene una economía floreciente, más se enojan los votantes. Pero la desconexión no empezó ni terminará con Bush, a menos que haya un gran cambio de las políticas.
De hecho, el estancamiento del salario real —la remuneración ajustada por inflación— ya tiene más de 30 años. El salario real de los trabajadores sin funciones de supervisión alcanzó un pico a comienzos de los años 70, cuando concluía el boom de la posguerra. Desde entonces, los trabajadores a veces ganaron terreno, otras veces lo perdieron, pero nunca obtuvieron tanto dinero por hora como en 1973.
Mientras tanto, el retroceso de los beneficios de los trabajadores comenzó en la época de Ronald Reagan, si bien registró una mejora temporaria durante el boom de la gestión de Bill Clinton. El beneficio más crucial, la cobertura de salud conectada con el empleo, viene retrocediendo rápidamente desde el año 2000.
Los trabajadores comunes parecen entender mejor que la mayoría de los analistas políticos la desconexión de larga data entre el crecimiento económico y sus patrimonios. Veamos, por ejemplo, los resultados de una nueva encuesta del Pew Research Center a los trabajadores de Estados Unidos.
Según esta investigación, los trabajadores perciben una tendencia descendente de muchos años en lo que respecta a su situación económica. Para la mayoría, hoy es más difícil tener un pasar decente que hace 20 ó 30 años. Y son muchos los que sostienen que los beneficios laborales también sufrieron un proceso de deterioro.
El color del ingreso
¿Acaso los trabajadores ven el pasado color de rosa? El informe parece sugerir que así es: una de sus secciones, donde se muestra que los trabajadores encuestados en 1997 también dijeron que en aquel momento era más difícil vivir decentemente que antes, lleva el nombre de "Como siempre, la gente dice que todo tiempo pasado fue mejor".
Pero como hemos visto, el salario real viene declinando desde los años 70, de modo que se justifica que los trabajadores sostengan sistemáticamente que ganarse la vida es hoy es más difícil de lo que fue una generación atrás.
Por el otro lado, la preocupación de los trabajadores por el empeoramiento de sus beneficios es nueva. En 1997, una gran cantidad de trabajadores señaló que los beneficios laborales eran mejores que en los años anteriores. Y esa posición también era justificable: en 1997, la crisis del sistema de salud, que pocos años antes había sido un tema político de gran importancia, parecía haber entrado en remisión. Los costos médicos eran relativamente estables y, en un mercado laboral tenso, los empleadores competían por ofrecer mejoras en los beneficios. Los trabajadores sentían, con razón, que los beneficios eran bastante adecuados en términos históricos.
Pero hoy, la crisis del sistema está de vuelta porque los costos médicos aumentan rápidamente y porque estamos viviendo en una economía cada vez más "walmartizada", en la que incluso los grandes empleadores que embolsan enormes ganancias ofrecen beneficios exiguos. El seguro de salud como beneficio laboral comenzó a desbarrancarse con la recesión de 2001 y la caída no se detuvo pese a la recuperación económica.
El último censo de ingresos, pobreza y seguros de salud, difundido la semana pasada, revela que en 2005, tras cuatro años de expansión económica, el porcentaje de estadounidenses con cobertura privada de algún tipo cayó a su nivel más bajo desde 1987. Y los habitantes de Estados Unidos sienten, otra vez con razón, que los beneficios sufrieron un retroceso.
¿Por qué a los trabajadores les ha ido tan mal en una nación rica que se sigue enriqueciendo? La respuesta es motivo de discusión, pero pienso que encierra un fuerte componente político: lo que vemos hoy es el resultado de 25 años de políticas que socavaron sistemáticamente la capacidad de negociación de los trabajadores.
Sin embargo, considero que ahora lo importante es si, de una vez por todas, vamos a intentar hacer algo respecto a la gran desconexión. Quizás subir los salarios no sea tarea fácil, pero no lo sabremos hasta intentarlo.
En cuanto al deterioro de los beneficios, puedo decirles que todos los demás países desarrollados le proporcionan cobertura médica a su gente y gastan menos en salud que nosotros.
En otras palabras, la gran desconexión es el mejor argumento que puede esgrimir un populismo audaz e inteligente. Sólo necesitamos algunos políticos audaces e inteligentes.
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